Respuesta a: Actividad 3.1

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La propia reflexión en la práctica psicológica, especialmente al trabajar con niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), es un viaje de constante aprendizaje y adaptación. Como profesional recién iniciado en esta área, cada día me encuentro ante el espejo de mis propias emociones, capacidades y limitaciones, aprendiendo no solo sobre mis pacientes, sino también sobre mí mismo.

En la clínica que me encuentro, cada niño que cruza la puerta trae un mundo único, un universo de necesidades, sensibilidades y maneras de comunicarse que desafían mis habilidades y conocimientos. He aprendido que no hay dos niños iguales; cada uno es un individuo con su propio conjunto de fortalezas y desafíos. Esta realidad me ha enseñado la importancia de la flexibilidad y la adaptabilidad.

Con cada niño, me veo obligado a explorar nuevas formas de comunicación y conexión. Por ejemplo, con el niño que estoy tratando ahora, un niño hipoalerta y con dificultades de concentración, descubrí que los apoyos visuales y un entorno estructurado eran esenciales para captar su atención.

Es un camino desafiante, pero inmensamente gratificante, lleno de pequeños descubrimientos y grandes aprendizajes que moldean mi práctica y mi ser.

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